martes, 10 de febrero de 2009

¿QUE HACEMOS MAL, PARA SEGUIR MAL?

VER MAS ALLA DE LA NARIZ
CAPITULO XI

Una de las facultades del hombre es poder ver más allá del aquí y ahora. Para ejercer este poder es necesario disponer de dos elementos que pueden actuar juntos o separados; la intuición y la racionalidad. De la primera ya hablamos en capítulos anteriores, de la racionalidad diremos que depende de otra aptitud básica denominada pensamientos.
Estas aptitudes obran en todos los humanos, el desarrollo de las mismas se nota más o menos, acentuado en unos más que en otros porque las capacidades se adquieren mediante adecuado entrenamiento.

EL REPRESENTANTE: es alguien que canaliza los intereses de un sector. En el caso de nuestro país en donde el pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes, el parlamento está conformado por representantes de distintos sectores y no es casualidad que se vean favorecidos los que cuenten con la mayoría.
Es evidente que la cantidad numérica es excluyente de cualquiera otra variable, cabe señalar aquella frase de Aldo Camarota: “Fuimos gobernados por la fuerza, fuimos gobernados por la mayoría, ¿cuándo seremos gobernados por la razón?"

Esta simple reflexión pone al descubierto la ausencia del factor más importante en las dos premisas que preceden a la pregunta formulada. La acción de gobernar debería basarse: “Vox populi, Vox Dei”.
Cuando asume el gobierno si dicha frase mencionara al pueblo en su mayoría en lugar de mencionarlo implícitamente en su totalidad.
Esta situación antagónica creada entre los intereses de los distintos sectores de la ciudadanía, es un hecho constante que promueve la lucha por sobre el acuerdo, poniendo el acento en la división en lugar de la unión. Es fácil deducir que esta contienda da lugar a la corrupción.

EL PERSONAJE: son ante todo creadores y custodios de la “BUROCRACIA”. Expertos en angostar el tubo por el que deba transitar cualquier trámite, característica que disminuye a medida que aumenta su jerarquía de poder, así en los más elevados se habla sencillamente de VOLUNTAD POLITICA, eufemismo que significa “SI QUIERE”.

A estos seres superiores se los puede considerar de distintas formas: apoderados, patrocinadores, padrinos, auxiliares, delegados, comisionados, etc. Todas estas acepciones son adecuadas para definir su función.
Tal vez deba ser por esa razón que son acreedores de tantos privilegios, prebendas acordes a la categoría o lugar que les corresponde en el escalafón.

No creo que sea necesario entrar en detalle al respecto, todo el mundo sabe el poder que tiene un diputado, un senador o el jefe de gobierno de la ciudad. En caso de que UD. no lo sepa, trate de concertar una entrevista con alguno de ellos sin explicar antes a su secretaria los motivos de la misma, se dará cuenta que no exagero cuando hablo del tubo y su estrechez. Pero supongamos que UD. logra entrevistarse con el funcionario de turno, ese mismo que UD. saludó cuando caminaba en campaña por las calles de su barrio; le va a costar un poco reconocerlo detrás de su escritorio en su impresionante despacho. Lo más probable es que se encuentre con un gemelo de Houdini; si, el famoso escapista en el que se convertirá su elegido representante, cuando UD. su mandante le presente el petitorio.

Recibirá respuestas como….estamos trabajando en el proyecto, comenzaremos las obras una vez que tengamos asignada la partida, vamos a licitarlo a la brevedad, etc. etc. Si cuenta con algunos años de edad, seguramente se acordará de aquel programa cómico y el personaje que quería plantar un arbolito en la vereda de su casa. Lamento decirle que nada ha cambiado.

En más de una oportunidad se hicieron publica las remuneraciones que perciben nuestros escogidos funcionarios, realmente son nada despreciables, aunque muchos de ellos se encargan de minimizar, otros los justifican anteponiendo el valor que tiene la responsabilidad que demanda el cargo. A lo que percibe por su dieta súmele, los secretarios y los asesores nombrados todos con la varita mágica de su dedo, pasajes de avión, gastos de representación y una partida en caso de ser legislador, para otorgar pensiones graciables. Por último, de cumplir su mandato podrá acceder a una jubilación de por vida, percibiendo un haber acorde a su función desempeñada.
Este fenómeno no se agota en lo dicho más arriba, podemos afirmar sin temor a equivocaciones, que este flagelo tiñe todas las áreas de la sociedad. Este sistema que obliga al hombre común a ser representado, restringe sustancialmente lo contrario de lo que dice favorecer; su libertad.

Así es que sus deseos, sus necesidades y derechos quedarán supeditados a la voluntad o a la capacidad de gestión del representante de turno. El hombre otorga el mandato a otro hombre y después se somete al arbitrio del mandatario.
Este asunto por llamarlo de alguna manera, tenía razón de ser debido fundamentalmente a la ignorancia propia de la época; ¿cómo es qué podemos explicarnos en el aquí y ahora, aún esté vigente?, y que dejó de ser un hábito o una modalidad para convertirse en ley; y más aún, en ley universal

En principio tenemos que reconocer que el motor impulsor de la subordinación es: el miedo.
Esta emoción se encuentra siempre detrás de cada situación de conflicto del ser humano. Desde lo más trivial hasta lo más dramática, el miedo está presente. La psicología es la ciencia encargada de explicar detalladamente y las distintas escuelas coinciden en que el miedo nace con la criatura humana.
El trauma del nacimiento le plantea al humano su primer conflicto, las posibilidades de resolución dependerán de la actitud de sus progenitores o sustitutos auxiliares indispensables en su labor de continentes del más vulnerable de los seres vivos. Esta dependencia transitoria dejará huellas indelebles que lo acompañarán el resto de su vida.
El primer minuto de su vida fuera del útero materno, es entonces el más crucial de su existencia e irá decreciendo en la medida que las respuestas sean las adecuadas a sus demandas. De este modo el bebé elabora el peor de los sentimientos: la incertidumbre.

Sólo aquel que llega a esta instancia comprende el valor de la dependencia primaria y la interdependencia secundaria, caminos que lo alejan de la enajenación y la acercan a la libertad.

El miedo a la separatividad, que nos señala Erich From en su obra Miedo a la Libertad, se incrementa en forma cada vez más alarmante en la sociedad actual. Raspando apenas la superficie podemos observar que la conducta del hombre en este aspecto resulta paradojal. Por un lado siente la necesidad de pertenecer a un grupo, formar parte de la masa para sentirse protegido y por el otro lado se divide constantemente, creando situaciones, que lo hacen cada vez más vulnerables.

Cada uno de esos grupos tiene su líder, su delegado o lo que es lo mismo su representante, se llame de una u otra manera, su función es la de mediar entre el hombre común y quién o quiénes poseen en abundancia lo que el grupo necesita o desea.

Los que más adeptos cosechan son los religiones, sus mediadores son el nexo entre los creyentes y Dios. No existe ninguna organización que reúna tanta gente con su propuesta. A cuento de cómo se han dado las cosas, las religiones dicen que Dios es uno sólo y el mismo para todas, llámese Alá, Jehová; los que aparecen distintos son los voceros de este único Dios cuyos mensajes si bien son parecidos sufren diferentes interpretaciones a cargo de sus representantes humanos.
Así es que determinados grupos sostienen que el mensaje verdadero lo trajo Jesús, el Mesías y otro grupo cree la palabra de Dios está en boca de Mahoma, su Profeta.
Estas revelaciones divinas fueron compiladas en la Biblia cristiana y en el Corán, libro sagrado del Islam. Dos mensajeros y un mismo mensaje en esencia ambos consideran a la persona humana como poseedora de una gran dignidad y un innato poder, al mismo tiempo que con posibilidades ilimitadas. Son criaturas responsables y piadosas, con una profunda reverencia hacia la vida y una gran espiritualidad. Se les pide que vivan como una emanación continua de Dios. El amor a si mismo y el amor al prójimo son idénticos. En la expresión “ama al prójimo como a ti mismo”, se siente la unidad de uno mismo con los demás.

Tal vez sea este el momento de detenernos a pensar el porqué estamos en estos tiempos tan alejados de estos principios, precisamente ese es el propósito que me anima y del cual dejo constancia con absoluta humildad. La raza humana goza de privilegios fabulosos que la ponen muy por encima de las demás especies que habitan el planeta, muchas de los cuales no son tenidas en cuenta por el hombre.

En mi tarea cotidiana me relaciono con personas que evitan SENTIR, otras que NO PIENSAN, hay quienes NO SE EXPRESAN o NO DICEN y las que NO HACEN. Estas cuatro variables conforman la conducta humana.

Basados en esta sencilla definición: lo que se siente, piensa, dice y hace podemos a su vez definir la Personalidad como sigue: “Es el modo habitual por el cual el individuo siente, piensa, habla y actúa para satisfacer sus necesidades en el medio social”. Habitual significa que la mayor parte del tiempo se comportará de cierta manera, pero que en ciertos momentos actuará de un modo muy diferente mostrando “rasgos” o partes de su Personalidad.
Estos poderes vienen incorporados en la criatura humana desde su nacimiento en formas de aptitudes innatas, el ejercicio de las mismas dependerá profundamente de su salud física y de un entorno ambiental favorable.
Estas potencialidades señaladas son en realidad las más conocidas además de otras tres que a pesar de su importancia no son tenidas muy en cuenta me refiero al INSTINTO, la INTUICION y la INSPIRACION; del primero podemos decir que es una manifestación propia de la lucidez con que una persona se comporta automáticamente de acuerdo a sus conocimientos, sería como una aplicación instantánea producto de sus propias experiencias, actuamos sin pensar, sin razonar en el presente repitiendo lo aprendido en el pasado cuando adquirimos los conocimientos que elaboramos y archivamos en nuestra memoria y que en el presente actuamos instintivamente en forma automática según la ocasión.

La evolución de la especie humana está supeditada al ejercicio permanente de este fundamento benigno, sin el cual no sería posible el acceso continuo a nuevos conocimientos. La intuición es: la percepción interna e instantánea de una idea o una verdad, tal como si se tuviera a la vista. Facultad de comprender las cosas instantáneamente sin razonamiento. No se presenta ni manifiesta automáticamente como el instinto, aparece mucho más elaborado que este y es común que cuando evaluamos alguna situación los elementos disponibles nos hagan razonar de una forma y la intuición de otra.

La racionalidad no es más “científica” que la intuición, tan sólo es más exacta que esta cuando se tiene a la información mensurable. Por el contrario, cuando no se tiene información capaz de ser medida la intuición es más exacta que la racionalidad.
A IMAGEN Y SEMEJANZA
CAPITULO X

Si aceptamos haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, tenemos también que reconocer el escaso honor que hacemos de tan benéfico fundamento. Sería prudente preguntar porqué el hombre no utiliza las facultades que le fueron otorgadas; de no hallar una respuesta racional podríamos animarnos a afirmar que juega a estúpido.

Refugiado bajo los términos “no sé”, “es muy difícil”, “no puedo” crea el espacio óptimo a ocupar por el mediador especializado en su oficio de gestor. La propuesta es siempre la misma. “No se preocupe mas, UD. quédese en casa mientras yo hago el trámite.” Es tal vez en esos momentos en que aparece de pronto otro gestor de menor jerarquía que lo anima a hacer algo por la causa; en realidad lo que le propone no es nada nuevo, a decir verdad UD. al igual que otros tantos lo vienen haciendo desde siempre: “reclamar”.
Lo que lo entusiasma es que ahora no será UD. solo, el gestor (hábil en su tarea), ya se encargó de convocar a un grupo que lo acompañará, UD. termina por creer que esta protesta en particular, (ahora organizada) va a tener éxito.
Dependerá de su estructura de carácter formar parte de un movimiento “piquetero”, que se dedique a interrumpir el tránsito de la ciudad o a cortar los puentes de acceso de la misma. De ser muy temperamental se unirá a otros grupos que rompen las vidrieras de los comercios, incendian locales con nombres extranjeros, queman banderas norteamericanas, (símbolos del imperio), arrojan bombas molotov a la policía, etc. En una palabra, UD. tiene la posibilidad de elegir al compañero, camarada o correligionario, según sea su gusto o idea política que lo anime. Lo único, que UD. no debe preguntar es ¿a quién le estamos reclamando? Si lo hace, corre el riesgo de romper el hechizo.

Me siento obligado a advertirle que lo señalado es sólo parte del menú en cuestión. Existen otros medios que se dedican a expresar su desacuerdo de otra forma a través de ediciones radiales. Reconozco haber sido impresionado escuchando uno de ellos, cuando el conductor después de señalar media docena de situaciones injustas sufridas por los trabajadores dijo: la pregunta del millón es, cómo salimos de esto.
Esta pregunta aparentemente honesta en realidad no lo es; razón suficiente para que el premio haya quedado vacante durante tanto tiempo. Esta pregunta está fuera del aquí y ahora por lo tanto no es más que una expresión de deseo. Sería igual que ir a la casa de repuestos a comprar uno, porque nuestro automóvil se detuvo y pretender que nos vendan ese que necesitamos sin saber cuál es.

La pregunta adecuada que corresponde nos hagamos le da el título a esta obra: “Qué hacemos, para seguir mal”. Esta pregunta si está en el aquí y ahora y nos revelará qué tenemos Qué Cambiar, el segundo paso será encontrar el Cómo Cambiarlo.
Hagamos un paneo de la realidad actual, lo más amplio posible, sólo subrayando las claves que nos sujetan a esta situación calamitosa. Sabemos que la unión hace la fuerza sin embargo el hombre en lugar de sumar voluntades se constituye en el rey de la división. A las separaciones naturales le agrega las que a su juicio más le convienen. A los continentes los divide en países, a los países los divide en provincias, a las provincias en localidades y a estas en barrios. Las naciones son gobernadas por distintos regímenes: monárquicos, parlamentarios, presidencialistas, democráticos, dictatoriales, de facto, etc. respondiendo cada uno de ellos a distintas ideologías señaladas en capítulos anteriores. Otro tanto similar ocurre con las creencias religiosas, desde las tradicionales adoptadas por millones de hombres hasta las medianas y pequeñas sectas empeñadas todas y cada una de ellas en poner de relieve sus diferencias. El área social parecería ser el espejo en donde se reflejan estos fenómenos culturales creando imágenes que van desde lo ridículo hasta lo grotesco y desde lo absurdo hasta lo repugnante.

En un mismo escenario cada actor representa a su manera y de acuerdo a su talento el trozo del guión que le ha sido asignado en el gran argumento de la vida. Los personajes se complementan con absoluta soltura, cada uno con su papel; el rico con el pobre, el que gobierna y el gobernado, el malo y el bueno, el astuto y el inocente, el ministro y los feligreses, el pastor y su rebaño, el local y el extranjero, el sabio y el ignorante, el delincuente y su víctima, rebeldes y sometidos, débiles y poderosos y miles de contrastes, que uno se puede imaginar, se los puede sintetizar en “los de arriba y los de abajo”: expuestos a tales contingencias a la raza humana le resulta imposible poder elaborar una propuesta integradora.

Sin embargo no todo está perdido, existen en la historia de la humanidad episodios excepcionales que dan lugar al consenso entre los miembros que hasta ese momento sostenían criterios antagónicos. Las guerras y las catástrofes naturales se han constituido en los ejemplos de lo que estoy diciendo. Frente a situaciones límites tan amenazadoras el hombre en su mayoría tiende a agruparse, a sumar voluntades, a protegerse unos a otros, en una palabra surge desde su más íntima convicción su natural y espontáneo sentimiento de solidaridad.
Esta reacción instintiva formidable parecería ser que sólo se activa ante hechos espectaculares como los señalados, o sea, ante lo evidente. No ocurre lo mismo en los demás hechos de menor repercusión que sumados han provocado más desgracia que todas las guerras y las catástrofes juntas. Lo que no tiene en cuenta la gente es que las contiendas cruentas entre los humanos no son fenómenos espontáneos y la mayoría de los desastres naturales tampoco lo son.

Podrían ser evitados si estuviéramos atentos a las primeras señales y tomáramos los recaudos adecuados ¿porqué esperamos entonces hasta último momento y sólo reaccionamos ante el hecho consumado?




LA PROMESA CAPITALISTA
CAPITULO IX

Cuando todo el mundo es ferozmente competidor, es imposible lograr algún bienestar sin tener capacidad de competencia muy fuerte. En realidad la única alternativa al individualismo y la competencia que tiene capacidad para producir bienestar, es la colectividad y la cooperación entre iguales.
No es lo mismo ser competente que ser competitivo.
Es verdad que la gente necesita alimento, cobijo, espacio, seguridad, agua que se pueda beber, aire respirable y contacto humano. También es verdad que la gente que tiene hambre, que vive amontonada, atemorizada y alienada necesariamente se sentirá infeliz. La escasez de apoyo de apoyo esencial en la vida es causa de la infelicidad. La escasez puede ser causada por accidentes naturales o puede ser creada artificialmente.

En realidad según funcionan las cosas, la competencia entre la gente procura un aumento en la producción, cuyo beneficio principal es cosechado por unos cuantos privilegiado que restituyen lo suficiente a la gente para mantenerla en competencia.
El sistema capitalista imponente en el mundo de hoy apoyado por un cada vez fuerte modelo neo-liberal apela a una de las más antiguas costumbres o hábitos del hombre: la mentira, la cual le ha resultado la más eficaz para mantener activa su propuesta.

Definamos la mentira como “una falta de conformidad con el hecho y la verdad y una falsedad intencional; una proposición no verdadera”. Mentir es un engaño, una falsificación o impostura, así como una afirmación intencional de lo falso. Esta definición incluye en si, no únicamente una declaración intencional de algo que es falso, sino a cualquier acto que contribuya a dar una impresión falsa o a permitir que dicha impresión prevalezca.
Por cual el acto de mentir es “un acto voluntario que entraña afirmaciones falsas y la omisión de afirmaciones que son ciertas y que podrían evitar en la mente de otro una impresión falsa conocida.
Las mentiras no son únicamente declaración falsa (o sea mentiras cometidas expresamente), sino también mentiras por omisión, es decir la ausencia de corrección de una impresión falaz.
Una completa veracidad entre los seres humanos es algo muy raro, pero una actitud de verdad total de parte de las personas mayores para con los niños es algo casi insospechado.
Se supone que no debemos mentir, sin embargo si examinamos esta regla, descubrimos que tiene un sinfín de excepciones. Sólo un único tipo de mentiras parece ser verdaderamente no permisibles el de aquellas que decimos al que es nuestro inmediato superior (nuestros padres, maestros, jefes, gobernantes), así como también el de aquellos que nos cuentan los que nos están inmediatamente subordinados ( nuestros hijos, estudiantes y subalternos). Pero si podemos mentir nosotros a nuestros hijos, a nuestros alumnos, empleados y delegados. Como también podemos esperar que nos mientan nuestros padres, maestros, jefes y gobernantes políticos.

Se requiere un prolongado período de aprendizaje a lo largo de la niñez y adolescencia para acostumbrar a los seres humanos a mentir y aceptar las mentiras de otros, sin protestar.

Se miente concretamente a los niños cuando se les dice de la cigüeña que trae a los bebés, de los “Reyes Magos” que traen los regalos; tal vez esta aparentemente ingenua y tierna mentira pueda ser la que inicie el camino a otros más elaborados que habrá de contener insospechadas connotaciones sociales.
La fantasía de los superhéroes de las historietas habrá de marcar una tendencia en la conducta humana; en estos días resulta mucho más atractivo para los niños instalarse cómodamente y sin correr ningún riesgo frente a la pantalla de una computadora y jugar a ser un superhéroes eliminando enemigos virtuales. Sin compasión y sin culpa sin advertir que ese entretenimiento los ha programado inexorablemente adecuándolos a una sociedad predominantemente represiva que promueve la lucha en lugar de la concertación; la violencia en lugar del acuerdo, apoyando el factor numérico de las mayorías en desmedro de las minorías en lugar de privilegiar el consenso.

A propósito de llevar adelante este despropósito, el hombre elabora sistemas que se adecuan a tales fines. Es imposible para un hombre “ver” a otro hombre como a un semejante si lo hace interponiendo entre ambos la deformada lente de la ambición, del individualismo, de la competencia y de la mentira.

Un sistema que no está basado en la solidaridad, definitivamente no es apto para la raza humana. De ningún modo será exagerado sostener esta afirmación categórica. Esta suerte de advertencia viene a cuento de la resistencia que opondrán aquellos pocos que se favorecen de los sistemas y modelos imperantes.
Nos tratarán de convencer por ejemplo, que el sistema democrático es mejor que cualquier otro conocido, lo cual, no será necesario pues estamos convencidos de que es así. Lo que no es verdad y no sólo en nuestro país, es que la definición de la DEMOCRACIA, no es coincidente con lo que se practica.

Así es que el concepto DEMOCRACIA se define como: “La doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Predominio del pueblo en el gobierno político de una nación o país.
Para que esta definición no corra el riesgo de ser “interpretada” agregamos que el término “PREDOMINIO” significa imperio, poder, ascendiente, superioridad, influjo. Cómo es posible afirmar entonces que estamos gobernados por un sistema democrático, si la madre de todas las leyes, la Constitución Nacional determina que “El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes. Teniendo presente que por deliberarse entiende discutir una resolución, no es necesario ser muy sagaz para darse cuenta que lo que se practica tiene o poco o nada que ver con la democracia.
Definitivamente podemos sostener que la versión democrática de nuestro gobierno es sin lugar a dudas la gran mentira. Como se dice vulgarmente “a las pruebas me remito”.
La figura del representante se halla presente toda vez que deba ser adoptada una decisión política, esas medidas son tomadas exclusivamente por los representantes y sólo frente a una muy evidente, sostenida y multitudinaria resistencia ciudadana se la dejará sin efecto, más por temor al estallido social que a pensar distinto.
Rebelarse en contra de una medida injusta en algunos casos logra resultados favorables, en cambio otras no pueden ser modificadas con un simple movimiento de fuerza. Tomemos un solo caso testigo como muestra. En la década del noventa la idea privatizadora se hizo presente no sólo en los funcionarios del ejecutivo, los medios radiales, escritos y televisivos se encargaron de poner al tanto a toda una población cívica de cambios, de las bondades que traerían las privatizaciones. No cabía duda que las empresas manejadas por el estado eran absolutamente ineficientes y los servicios que prestaban, encima daban pérdidas.
Entre otros se hallaban los ferrocarriles, por aquella época se nos informó que esa pérdida era de un millón de pesos diarios. Es bueno recordar a un conocido personaje mediático, que desde su programa de televisivo, insistía en la necesidad de privatizar todos los servicios que prestaba el estado y daba ejemplo de otros países que se veían beneficiados sustancialmente con esta modalidad.
Es muy posible que no toda la ciudadanía estuviera de acuerdo, pero en una nación donde prevalece la opinión de la mayoría, de nada hubiera valido la opinión de unos pocos. Esta idea se hizo realidad y en un par de años todos o la mayoría de los servicios fueron entregados en concesión a empresas privadas.

La historia que sigue después no es necesario volverla a contar en detalle, pero si diremos que este pseudo confort y este prometido bienestar habría de convertirse en el más cruel e inhumano verdugo de cientos de miles de hombres y mujeres que quedaron en la calle, sin trabajo y sin posibilidades de ubicación en otro empleo. Esta situación prevalece hoy como ayer en una suerte de presente continuo.
En una palabra, la fabulosa idea resultó un gran negocio para unos pocos y la miseria para la mayoría. La desesperación y la impotencia hicieron estragos en los hogares más necesitados.
De la mano de nuestros representantes, el neo-liberalismo hizo su entrada triunfal arrancando a su paso todo lo que pudo. Sólo se tenía en cuenta aquello que servía para comprar o para vender. Las inversiones de capital pusieron bien en claro quien es el amo, el concepto de MERCADO impone las reglas de juego vigentes en el “Aquí y Ahora”.
La principal, la más destacada que constelaniza a todas las demás se apoya en la más enorme y descomunal mentira “EL TRABAJO DEBERA ESTAR SUBORDINADO AL CAPITAL” y esta fórmula es la única viable.
Esta ecuación donde el capital posee más valor que el trabajo se fue perpetuando a través de los tiempos, hasta adquirir el valor de una verdad absoluta. EL hecho real que uno depende del otro no es tenido en cuenta porque el poseedor de un determinado capital (llámese dinero en efectivo u otros bienes), podrá prescindir del trabajo (mano de obra), apelando a otros medios habilitados en el sistema como, comprar bonos de la deuda, valores que cotizan en la bolsa de comercio, préstamos hipotecarios, o el arrendamiento de sus propiedades inmuebles.
Estas posibilidades no están disponibles para aquellos que sólo cuentan con su destreza o su esfuerzo físico y necesaria e imprescindiblemente deberá ser empleado por otro para poder acceder a un salario que no es otra cosa que la recompensa o sueldo que se da por la prestación de un servicio o trabajo.
Si esta explicación fuera la única no estaríamos en condiciones de agregar nada más y tendríamos que resignarnos a aceptarla, más allá que nos guste o no. Algo nos dice sin embargo que no estamos equivocados cuando sospechamos que lo esencial de este asunto no nos es revelado y es cómo y porqué las riquezas están en poder de unos pocos.
En algunos casos la posesión de bienes proviene de una herencia o acertar el primer premio en un juego de azar; ninguna de estas dos situaciones puede ser objeto de juicio. Lo que se hace después con esos bienes es muy probable que si lo sea, porque si su deseo es mantener dichos valores o acrecentarlos, deberá utilizar los medios que le brinda el sistema.

Existen muchas otras formas de acumular fortuna que van desde las más sutiles hasta las más groseras. Permítanme ilustrar una de estas últimas con un ejemplo: en algún momento, una empresa elaboradora de productos lácteos considerada monopólica, que domina el 80% del mercado se valió de una publicidad televisiva invitando al público consumidor a adquirir sus productos comprometiéndose a donar a hospitales públicos un centavo de cada unidad comercializada. Lo que no dice la publicidad es que esta firma, incrementó previamente los precios de todos sus productos sin justificación alguna. Que yo sepa, nadie salió a poner en sobrerelieve este patético y descarado anuncio, ni siquiera fue incluido en el discurso de nuestro máximo representante, el primer mandatario que mostró su autoridad acusando de “botón”, a un supermercadista con nombre y apellido. Todos los medios se hicieron eco de este reproche presidencial, lo que no se mencionó si lo que vino después de esta acusación pública, el ejecutivo implementaría una denuncia formal ante un acto delictivo o simplemente este asunto podrá compararse a la actitud de un papá complaciente que amenaza a su retoño con un chas-chas en la cola si sigue portándose mal.
Estos episodios hace ya mucho tiempo dejaron de ser graciosos o sorprendentes, conforman día tras día la eterna novela en la que el único cambio se da en los actores; el argumento siempre es el mismo.
Cada vez que asumen los nuevos funcionarios las promesas se renuevan; en realidad no se renuevan siguen siendo las mismas: acabaremos con el desempleo, mejoraremos la salud pública, todos tendrán acceso a la educación, combatiremos la corrupción, etc. etc. Esta parafernalia sostenida en discursos encendidos durante la campaña se acalla y se olvida en el mismo momento en que se encierran en sus despachos para comenzar a desarrollar la verdadera historia, “la historia sin fin” que todos conocemos.

Adjudicar la responsabilidad sólo a una de las partes que conforman esta ecuación: PUEBLO- GOBIERNO, sería falso tanto como creer que el sistema tiene vida propia o que proviene de la nada. Definitivamente es el hombre quien elabora el sistema para después someterse a él.
En beneficio de comprender lo más posible este asunto, recurramos a la imaginación, supongamos que necesitamos construir una vivienda para poder albergar nuestra familia. Supongamos también que para poder llevar a cabo esta edificación tenemos que ajustarnos a determinadas reglas predeterminadas comenzando por contratar los servicios de un arquitecto a quien le podemos decir la cantidad de metros cubiertos que necesitamos, cuántos dormitorios, sanitario, cocina y living comedor, todo esto bajo la protección de un contrato formal.
Todas estas especificaciones están debidamente permitidas; lo que no está permitido es la elaboración de un plano, el tipo de materiales a emplear o el tiempo que llevará la construcción de la obra. De igual modo las reglas predeterminadas que señalábamos al principio, no nos permitirán observar y menos aún cuestionar el desarrollo de la misma. En definitiva la única opción nuestra será dejar todo en manos del arquitecto y su propio criterio, esto incluye la calidad de los materiales a emplear, la disposición de los ambientes y las personas que empleará en la mano de obra. Por supuesto no debemos de olvidar que mientras esto sucede el costo que demanda la obra estará a cargo nuestro.

Siguiendo la línea de la imaginería la pregunta que le formulo es: ¿UD. se prestaría a llevar adelante este proyecto? En caso que su respuesta fuera negativa, mi pregunta surge en forma espontánea ¿Cómo es que le resulta inaceptable la idea de edificar una simple vivienda bajo los términos señalados pero las convalida cuando se trata de construir su país?
Tal parece ser que somos capaces de modificar pequeñas cosas, no ocurre lo mismo cuando se trata de medianos y grandes proyectos. De proceder distinto a lo establecido, corremos el riesgo de quedar fuera del sistema. A lo sumo se nos permite criticar el mal desempeño del funcionario de turno pero cuestionar el sistema es considerado blasfemo. Lo mismo ocurre con las religiones tradicionales, cada una de ellas dice tener la verdad y sus voceros afirman ser los representantes de Dios en la tierra y como de una galera mágica extraen desde sus libros sagrados, la palabra de ese Dios.

En este caso, no es mi propósito cuestionar la existencia de un ser superior, tan sólo me remito a formular otra pregunta: ¿Alguien sabe quién o qué es Dios? Si no lo sabemos, cómo es que se puede ser mediador o representante de algo de lo que no se tiene consciencia? A esta altura de los tiempos resulta al menos sospechoso que tanto la política como la religión nos den la misma respuesta: tengan fe.
Entre tanto se nos quiere convencer por un lado que Dios nos ama si somos obedientes y por el otro lado que nos castigará si hacemos lo contrario. Este planteo va en contramano con el libre albedrío y si a eso le agregamos que el amor y el castigo son atributos humanos, la figura divina de Dios queda totalmente desdibujada.
Me atrevo a pensar que Dios es algo más de lo que se dice de él, que no son necesarios los templos, las iglesias, las mezquitas, ni los escenarios. También pienso que no necesita representantes y que por ser lo que es, habita en cada uno de nosotros y es nuestra responsabilidad el poder descubrirlo.

A mi modo de ver los dogmas y la política poseen algo en común, sus representantes. Ambas nos invitan a aceptar sus doctrinas basadas sólo en la fe. Desde el púlpito o la tribuna nos arengan a entrar en fila ordenada a los distintos bretes preparados de antemano. Los pastores y los candidatos nos señalan el camino sosteniendo enfáticamente que este es el verdadero, que no miremos para atrás.

Uno de esos personajes nos proponía hace poco tiempo “síganme no los voy a defraudar”. Alcanzaríamos la salvación si albamos a Dios mediante la oración y entraríamos en el primer mundo si no nos soltábamos de la mano del carismático representante político, elegido democráticamente.
Ninguna de las dos promesas se hizo realidad ni siquiera a medias.